Encarcelarnos en nuestro propio
mundo del ego sólo nos lleva a vivir experiencias semejantes a nuestro estado
emocional presente.Vamos acumulando pequeños
momentos de ira, impotencia, ansiedad, culpa y proyectamos esos sentimientos en
las personas que nos rodean, ya sea en el ámbito familiar o laboral.
Nos enojamos con nosotros mismos
porque no encontramos el “SENTIDO DE NUESTRA VIDA”, nos molestamos con las
personas que nos rodean porque “es su culpa” que yo me encuentre en tal o cual
situación, nos ofuscamos con la vida porque nada se mueve y “todo está
estancado” y no sucede lo que YO considero que debería experimentar, sin darnos
cuenta de que quien está estancado es uno mismo.
Atados a estas emociones y
sentimientos continuamos experimentando las mismas situaciones una y otra vez,
sin tomar conciencia de la razón por la cual nos encontramos viviéndolas.
Nuestro “mundo” no cambia y nos percibimos siempre en el mismo círculo vicioso.
Quienes nos rodean corren de aquí
para allá trabajando y desarrollando sus ocupaciones, inclusive yo mismo. Pasan
horas, días, meses y cada vez acumulo más; no hay momento para charlar, no hay
tiempo para comunicarse, para mirarse a los ojos, para contarles nuestros
sentimientos a esos seres que amamos y en los cuales confiamos.
Llega un punto donde “tocamos
fondo” emocionalmente y nos deprimimos, no tenemos ganas de desarrollar
actividades, nada nos inquieta, nada nos atrae, nada nos satisface y hasta
nuestro cuerpo se enferma por soportar tanta insatisfacción.
Este es el momento donde el
universo conspira para ayudarte (como siempre, sólo que no lo percibimos) y esa
persona en la que tanto confías se sienta contigo a escucharte. “Sacás” todo lo
que sentís, haces catarsis, lloras y sale esa emoción que estaba bien guardada
y que no te permitías asumir, ese sentimiento de ¡hasta acá llegué! ¡no quiero
sentirme más así!, me cansé, me rendí. Pero ese “rendirse” no significa que no
continúes adelante, sino rendirse a esos sentimientos que nos hacen daño.
En ese momento que puedo contar
lo que me sucede, exteriorizarlo, en el que aflora todo lo que se ha ido
archivando inconscientemente, sale toda la angustia, exploto en llanto y surge
la liberación emocional. Llega esa sensación de paz se siente en el corazón,
esa sensación de que hiciste lo correcto.
Aquí es donde tomamos el impulso
necesario para seguir adelante, como quien llega al fondo de una piscina y se
impulsa para salir a flote. Así comprobamos que la comunicación es una
herramienta sanadora por excelencia; que nos libera y al mismo tiempo nos
impulsa a seguir adelante.
Cuando nos sentimos devastados,
busquemos aquellas personas con las que podamos comunicarnos, porque esta es la
clave de un camino no sólo accesible sino liberador, así damos paso a nuevas
experiencias para seguir aprendiendo en nuestra estadía por este planeta.
Comentarios
Publicar un comentario
¡Muchas gracias por compartir tu comentario!